CASTILLO DE COCA
Entre llanuras y pinares se asienta Coca, un lugar de historia larga en el que, por ejemplo, nació Teodosio «el Grande», uno de los tres emperadores romanos de procedencia hispánica. El enclave hace viajar en el tiempo con su espectacular castillo, una fortaleza gótico-mujédar que empezó a erigirse en 1473, y que desde que se contempla de lejos ya deja claras sus intenciones defensivas. De planta cuadrada, el monumento es una descomunal mole de ladrillo rodeada por un foso hoy vacío, pero no menos impetuoso, y un triple anillo de gruesos muros escalonados, que en el pasado lo hacían inexpugnable. La fortaleza de Coca es en definitiva una obra cumbre del mudéjar militar y palaciego de la Península. Sin embargo, curiosamente no se eleva sobre un cerro protector, sino en un terreno llano. Además, los maestros alarifes de la arquitectura mudéjar se entretuvieron en decorar la fachada del bastión con un intrincado juego de filigranas. Se sabe que sus salones acogieron fiestas fastuosas y tristes historias sus calabozos, en los que nunca había más de cuatro presos para impedir una torre humana. Cerca de las murallas de Coca se pueden ver varios verracos, figuras zoomorfas de granito y origen remoto, y restos de una domus romana con resquicios de pinturas murales. Por cierto, que el castillo también tiene leyendas, como la que habla de un amor prohibido del marqués de Cenete, hijo del cardenal Mendoza, quien acabó en brasas lanzado desde las almenas.
CASTILLO DE CUÉLLAR
Hubo un tiempo en el que Beltrán de la Cueva (1435-1492), primer duque de Alburquerque y favorito del rey Enrique IV, habitó junto a su familia y sirvientes «en un castillo-palacio localizado en un mar de pinares». La fortaleza, cuyos cimientos se remontan al siglo XII, sigue en Cuéllar, y los bosques de pinos también: precisamente por la localidad pasa la Senda de los Pescadores, que permite pasear junto al cauce del Cega por la mayor formación continua de pinares de Europa. Regresando al castillo, sus gruesos muros fueron primero levantados como fortaleza árabe, que luego reconstruyó Álvaro de Luna antes de pasar a manos de citado Beltrán de la Cueva. Su visita, en la que no cuesta imaginar leyendas y conspiraciones, recorre mazmorras, cocinas y salones que permiten revivir la época en la que acogían fastuosas fiestas. El edificio, al que se accede por el gran Patio de Armas, con columnas y doble galería, tiene en realidad trazas de haber sido más palacio que fortaleza, y de haber albergado más banquetes que guerras. En la actualidad aloja entidades culturales como el Archivo de los Alburquerque. Frente al castillo se halla la iglesia de San Martín, una de la decena de templos mudéjares que conserva Cuéllar, cuyo castillo y murallas están declarados Monumento Artístico Nacional.
CASTILLO DE PEDRAZA
Sobre un altozano de la villa medieval de Pedraza, uno de los pueblos más bonitos de España, se asienta su castillo. Esteadusto bastión amurallado construido en el siglo XIII es su carta de presentación y se combina con la sierra de Guadarrama que domina el fondo. Fue erigido sobre restos de fortificaciones anteriores de origen romano, visigodo y árabe. Después sería reedificado en el siglo XV por la familia noble de los Herrera, época en la que se le añadieron sus torres más emblemáticas, mientras que en el XVI, cuando pertenecía a los duques de Frías, recibió el aspecto defensivo que hoy se contempla. El castillo de Pedraza fue levantado en una zona fronteriza clave en el pasado, en un lugar donde el monumento quedaba protegido por un precipicio y un foso. En su exterior destaca la torre del Homenaje, elevada tras una muralla y muros con cañoneras. En el interior se pueden contemplar arquerías románicas de medio punto comunicando los patios y, en la escalera que conduce al aljibe, el escudo de los Herrera. En esa torre del Homenaje tuvo su taller el pintor Ignacio Zuloaga (1870-1945): sus herederos, que adquirieron el monumento, instalaron en ella un pequeño museo. Ceñida por su muralla, la villa serrana y medieval de Pedraza conserva su aire señorial. Entre los siglos XVI y XVII, gracias sobre todo al ganado lanar, proliferaron en ella telares y mercados. Conserva una bonita plaza Mayor, con casas porticadas con columnas de piedra y la iglesia de San Juan Bautista.